viernes, 27 de marzo de 2009

Obama, capitalismo, liberalismo y caso de ignorancia pretenciosa

Trato la pésima columna de Carlos Ramírez (el texto que está en el post anterior). Llena de imprecisiones y fuegos artificiales. Es un giro fuerte (contradicción, de hecho) en la línea de interpretación que estaba manejando Ramírez (Obama de imperialista y chalán de Wall Street a caballo de Troya antiimperial y populista socializante. No es ninguna de las dos cosas. Es un demócrata liberal que es presidente de Estados Unidos, no del mundo, como muchas veces parece que esperan imperialistamente los que dicen que están contra el imperialismo gringo, y que tiene que reaccionar realistamente ante una coyuntura extraordinaria). Veamos.
1) El padre de Obama no es mulato sino africano “puro”. Obama es el mulato (hijo de negro y gringa blanca).
2) Duncan Kennedy no es negro (“afroamericano”, dice Ramírez), es blanco –de los barbones.
3) Los Critical Legal Studies (CLS) no nacieron con Kennedy, ni fuera ni dentro de Harvard; y él ni siquiera es su representante más conspicuo: lo es Roberto Mangabeira Unger (ministro de Asuntos Estratégicos del liberalizado Lula).
4) Ni los CLS ni Kennedy son influencias reales sobre el gobierno de Obama. Éste no formó parte del grupo de los “crits” (así les dicen en Estados Unidos a los miembros y seguidores de los CLS) ni se identificaba –ni se identifica- con ellos. Lo que lanza Ramírez no es sino la “duda” que los conservadores gringos intentaron sembrar mediáticamente durante la campaña electoral: los CLS son “liberales” (en el sentido que esos conservadores le dan a la palabra: elitistas intelectuales socialmente radicales) y casi dominan la escuela de leyes de Harvard, Obama estudió leyes en Harvard, seguramente Obama es un liberal crit, es decir, un antiamericano... Por lo demás, el hecho de que hayas tomado clases con alguien no significa que lo sigas; el hecho de que le hayas dado clases a alguien no significa que éste te siga. Tremendas simplificación y linealidad de Ramírez. Asimismo, de quien ha hablado el mismo Obama –si bien sólo muy recientemente- es de Mangabeira Unger, pero nunca calificándolo como influencia, ni pasada ni actual. Si se quiere encontrar un académico verdaderamente influyente con respecto a lo que están haciendo Obama y su equipo hay que voltear a ver a un economista muerto que no es Keynes (quien, a final de cuentas, ni era anticapitalista ni antiliberal, como muchos creen y repiten) sino uno de sus “discípulos”: James Tobin (quizá han escuchado del “Tobin tax”. Tobin es un economista liberal muy estatalista, que no neoliberal ni estatista: quiere libertad y por eso también un Estado que la garantice realmente; libertad real sin Estado no es posible. Por cierto, Tobin fue la cabeza de una resistencia liberal al trabajo de Milton Friedman).
Obama no está contra el capitalismo ni contra el liberalismo. Lo que pasa es que generalmente se manejan definiciones equivocadas –o interesadas- de uno y de otro. Sin duda, Obama tampoco busca –ni podría- crear una “economía planificada”, la cual no es, como mal establece Ramírez, lo mismo que la intervención económica estatal (verdadera economía estatalmente planificada fue la URSS. Intervención económica estatal puede ser, por ejemplo, el Estado de bienestar, que, recuerdo, fue creado en, por y para contextos capitalistas liberaldemocráticos). Intervención económica estatal es lo que busca –y puede hacer- Obama. Desde el liberalismo como filosofía. Y bajo democracia como régimen político. Regular o regular más –y mejor- la economía desde el Estado (intervenirla así) no es planificarla, en el sentido formal económico necesario. Una economía estatalmente regulada puede seguir siendo, sigue siendo, una economía de mercado (los mercados, que son instituciones sociales, no son destruidos ni sustituidos por el Estado, son regulados por éste); y, desde luego, la competencia no desaparece. Regular no es eliminar la competencia (de hecho, muchas veces, sobre todo frente a “capitalismos salvajes”, es reparar o asegurar, estimular o fortalecer la competencia). El capitalismo tampoco desaparece; se modifica.
De paso: es completamente falso que el capitalismo sólo tenga una presentación y que sea lo mismo que el liberalismo, tan falso como decir que el liberalismo es igual a Estado cero o ninguna intervención del Estado en la economía (sólo un ejemplo: las propuestas de “ingreso básico ciudadano universal”, garantizado estatalmente, son de origen liberal. En fin, es obvio que la gran mayoría de quienes hablan sobre el liberalismo no ha leído a los verdaderos autores liberales, como el fundador moderno, John Stuart Mill, mucho menos a alguien como Hobhouse. Han leído, en el mejor de los casos, economistas neoliberales, que son otra cosa. Y que se autonombran liberales para legitimarse; con lo que deslegitiman al liberalismo, que es una filosofía social, política y económica no enemiga del Estado como tal sino del poder autoritario o total. Filosofía que los neoliberales degeneraron económicamente e ignoraron social y políticamente).
El proyecto Obama sería –y tendría que ser- empujar regulatoriamente al capitalismo estadounidense a una etapa “no salvaje”, de no predominancia financiera, bajo y dentro del Estado liberal de derecho (democracia realmente existente), y con eventuales acompañamientos redistributivos. ¿Demoler “el” capitalismo? Por favor –si, además, capitalismo hay y seguirá habiendo en todos lados. ¿Obama ve mal o critica el Estado liberal de derecho? Claro que no. Hace unas semanas, Mangabeira Unger, en entrevista con La Nación (Argentina. http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1092996), dijo: “En el caso del gobierno de Obama, con excepción de las designaciones en el área de energía, son personas a las que conozco muy bien, inteligentes y expeditivas, pero tienen en general ideas muy convencionales. Si fuéramos a inferir la trayectoria del gobierno a partir de las ideas de esas personas, el horizonte programático estaría muy circunscrito: se definiría básicamente por seis puntos. El primero: la regulación de los mercados. El segundo: la adopción de políticas fiscales y monetarias expansivas. Tercero, el uso del poder del gobierno federal para ampliar la cobertura de los seguros privados de salud. Cuarto, el fomento de las energías renovables y el avance en los programas frente al cambio climático. Quinto, el mayor respeto por el multilateralismo en las relaciones internacionales. Sexto, retirar las tropas de Irak y colocarlas en Afganistán”. Dejemos a un lado el menosprecio retórico de estos 6 puntos que hace el ministro de Lula (si todo eso es poco y convencional, ya no digamos fácil… El intermitente show “yo soy intelectual-estadista radical puedo cambiar el mundo para el pueblo” de Mangabeira Unger). Esta cita termina de destruir los dichos (copiados) de Ramírez: los CLS, ni los originales ni los actuales, no son parte del proyecto Obama, los “crits” no están detrás de él; el brasileño “crit” lo deja claro (por cierto, él, como ministro luliano, tampoco es en los hechos fiel al “radicalismo” original de los CLS). Y el proyecto Obama no es contrario al Estado liberal de derecho (se apoya en él), recupera el liberalismo, y no pretende nada anticapitalista (de hecho, nadie, donde sea, en realidad actúa contra el capitalismo; si acaso, contra algunas de sus formas), pretende una reforma del capitalismo.
Los Critical Legal Studies. Han cambiado; han sido corregidos. No son idénticos a lo que eran en los sesenta, años en los que basan su “miedo” y resultante ataque interesado los antiObama. Aunque varios “crits” siguen teniendo arranques retóricos sesenteros. Los conozco (a los CLS), los he leído y revisado, me mantengo informado de lo que Mangabeira Unger, Kennedy y otro que se llama Mark Tushnet escriben y hacen. En general, hoy, en Estados Unidos, los CLS se oponen de fondo, para ser más precisos, a lo que en inglés se conoce como “legal positivism”, no al “rule of law” ni al Estado liberal de derecho (que implica al primero). (Por otro lado, en la entrevista con La Nación, Mangabeira Unger habla, además de cooperar con Estados Unidos, de algo de lo que hablaba desde antes de llegar al gobierno de Lula: innovar en la economía de mercado, reequilibrando Estado y mercado; no habla de sustituir la economía de mercado y la regulación estatal con economía estatalmente planificada. Por cierto, economía de mercado no es equivalente de neoliberalismo ni de capitalismo financiero. Pero no puede estar en el anticapitalismo. ¿Mangabeira Unger es o no es anticapitalista?). La actual oposición real de los “crits” es al “legal positivism” como filosofía jurídica dentro de las decisiones que hay que tomar en y para un Estado de derecho. Palabras de Duncan Kennedy: “No existe nada en la crítica [de los “crits”] que pueda sugerir una reducción de los derechos de los ciudadanos frente a sus gobiernos” (en su “The critique of rights in the Critical Legal Studies”). Es decir: nada contra el liberalismo. ¿Esto quiere decir que los CLS ya son liberales y, por tanto, Obama ahora sí podría ser “crit”? No. Los CLS no son liberales; tampoco son antiliberales. Obama es liberal. Y si los CLS fueran nuevos liberales y Obama fuera “crit” liberal, la acusación de los conservadores gringos y Ramírez seguiría sin encajar en la realidad, de hecho, sería todavía más ridícula e insostenible.
5) ¿Objetivos populistas?
6) Ramírez confunde todo: capitalismo, liberalismo, mercado, libre mercado; estatismo, centralización, economía social, socialismo, populismo, controles estatales, planificación estatal. También confunde “competencia” con “especulación”. No son sinónimos. Y dice: “sin competencia [al combatir la especulación], la economía de EU se va a desplomar…” ¿Y quién o cómo está quitando “la competencia”, o va a hacerlo? ¿Desde dónde se puede ver que la competencia (económica: como elemento o atributo económico) va a desaparecer? Repito, la especulación financiera y la competencia económica no son una misma cosa. En todo caso, si combates la especulación, te opones a una forma de competir entre pocos privilegiados, nada más (y está bien).

Pésimo texto

Indicador Político
Carlos Ramírez
Jueves, 26 de febrero de 2009
El Financiero

-Obama, el Gorbachov de EU.
-Misión: demoler capitalismo.

La explicación del programa anticrisis del presidente Barack Obama fue un shock para la estructura de intereses del sistema económico y financiero de Estados Unidos. Obama delineó una propuesta de transición del capitalismo salvaje a un modelo económico social de controles estatales y objetivos populistas.
El discurso de Obama ante el Congreso sirvió para confirmar la expectativa de que el primer presidente afroamericano de EU, proveniente de las minorías explotadas, podría ser el Gorbachov estadounidense. El soviético tomó el poder para transformar el sistema comunista de economía centralizada y dominio absoluto del Estado en un modelo de mercado. Obama ha dejado ver que quiere transitar del capitalismo estadounidense a un modelo de economía estatalmente planificada y regulada.
Esta percepción podría explicar la respuesta negativa de los mercados al programa anticrisis de Obama. La caída de la bolsa en Wall Street, donde operan las principales corporaciones y donde se dan los juegos financieros para concentrar la riqueza en manos especulativas, fue la reacción a los regaños de Obama a los banqueros, el mensaje de que se terminaron los tiempos de las grandes bonificaciones y la entrada de la economía de EU a la zona de confrontación entre una economía especulativa que es el alma del capitalismo estadounidense y una economía social controlada por el Estado.
Lo que falta por saber es la posibilidad de las expectativas. Gorbachov fracasó en su transición cuando perdió el control de la economía, y con ello se le escapó de las manos el manejo de la política y de la sociedad. Primero fue el golpe de Estado de los sectores duros y luego el desmembramiento de la Unión Soviética. Gorbachov tuvo que renunciar. El escenario de Obama tiene algunos parecidos: el american way of life tiene como corazón justamente el mecanismo de la economía especulativa. La competencia brutal ha convertido a los estadounidenses en generadores de riqueza. Sin competencia, la economía de EU se va a desplomar como un castillo de naipes.
Pero nadie se debe llamar engañado. Obama definió desde el principio su perfil a partir de su formación histórica: un hombre que ya resolvió el problema racial por provenir de un matrimonio interracial -madre blanca y padre mulato- y arribó a EU en 1983, cuando las luchas sociales de los negros ya habían sido superadas. Obama sería el representante de una minoría electo para salvar los intereses y el modo de vida de una mayoría.
Muy al estilo americano, los votantes se dejaron seducir por la imagen. Pero Obama en realidad no engañó a nadie. Su modelo de equidad social garantizada por el Estado y aun a costa de quebrar la estructura de poder de las corporaciones viene de una tendencia de la izquierda estadounidense: el grupo del Critical Legal Studies o Centro de Estudios Críticos de las Leyes o mejor conocido como corriente de la Crítica de los Derechos, nació en 1977 en Harvard bajo la influencia del abogado afroamericano Duncan Kennedy, uno de los formadores del perfil jurídico de Obama.
El eje central de esta corriente radica en el papel del Derecho y su utilización para beneficios sociales de las mayorías. Parte de la idea de que el derecho ha servido a los poderosos. Por tanto, señala Kennedy, "los objetivos de la izquierda son cambiar el modelo existente de jerarquía social, incluyendo las dimensiones de clase, raciales y de género, en la dirección de una igualdad más profunda y una mayor participación en el gobierno público y privado". El instrumento para reorganizar la sociedad es el Estado, el cual tendrá la autoridad para definir alcances y reparto. Y el contexto es el escenario de injusticia de las mayorías, usualmente marginadas de los beneficios del sistema.
Obama sería el encargado de esta transición estadounidense. Su discurso del lunes marcó la decisión del Estado de intervenir en el proceso productivo y sobre todo redistributivo de la riqueza, aunque a costa de liquidar el sistema capitalista. Gorbachov delineó la perestroika para pasar de la economía estatista al mercado, y Obama perfiló su programa anticrisis como la perestroika estadounidense para pasar de la economía especulativa a la economía social, estatista y con objetivos de justicia y no de competencia.
Pero así como Gorbachov tuvo que encarar los fuertes intereses del viejo sistema estatista y sus beneficiarios, así Obama ha comenzado a encontrarse con los obstáculos de los favorecidos de la especulación, que solamente querían dinero público para reactivar la demanda y fortalecer la oferta, pero sin cambiar la estructura de concentración de la riqueza. La CLS critica el Estado Liberal de Derecho y lo asume como el garante de una estructura de explotación.
El discurso de Obama se localiza dentro de las coordenadas de la Escuela de Critical Legal Studies y su objetivo de cambiar el funcionamiento del sistema productivo: no para profundizar desigualdades del mercado, sino para equilibrar el reparto con la intervención del Estado. Obama quiere encabezar a la sociedad de los marginados para modificar el papel del derecho, no para padecer la explotación sino para exigir la riqueza para los explotados.
Obama ya dio el primer paso al anunciar la hegemonía del Estado sobre el capitalismo salvaje, y los mercados ya respondieron. En EU comenzó una batalla similar a la de Gorbachov con su transición fallida. Por lo pronto, los intereses privados ya ganaron su primera batalla: la Casa Blanca no nacionalizará los bancos.

miércoles, 25 de marzo de 2009

EPS, Nueva Época, 2

Estudios de Política y Sociedad
Nueva Época, número 2
Especial: En torno al desarrollo

Índice

La pobreza y el capitalismo
Barbara Harriss-White (Oxford)

Capitalismo y desarrollo: México rumbo a la sociedad capitalismo-capaz
Armando Román Zozaya (UA-MN)

Desarrollo Humano en México: una agenda sobre la desigualdad
Gabriela Cordourier Real y Alfredo González Reyes (PNUD-México)

Del aeropuerto a la “Guerra del Agua”: políticas públicas y movimientos sociales en Latinoamérica
J. Carlos Domínguez (Instituto Mora)

Doce tesis sobre el estado del Estado en Bolivia
George Gray Molina, Fernanda Wanderley, Verónica Paz, José Luis Exeni y Antonio Araníbar (PNUD-Bolivia)

lunes, 16 de marzo de 2009

Sheridan, Blumpi y su servidor contra las momias dizque progresistas

Guillermo Sheridan empieza el "ataque" (otro ataque):

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Yo, su servidor, sigo mi "ataque" (esta vez, parto del otro de Sheridan):
Los "revolucionarios" antiprivatización (de lo que sea, por lo que sea, como sea) privatizan un recurso público (el auditorio Justo Sierra de la UNAM); los "revolucionarios" anticapitalistas se ponen capitalistas: abren tiendas y lanzan otras empresas (que no son propiedad pública ni social sino privada informal): venden productos y servicios (ver en el DRAE la definición precisa de “vender”), productos y servicios que los "revolucionarios" empresarios "revolucionarios", en tanto lo que buscan es venderlos, anuncian o publicitan (el maldito marketing) para promover su consumo entre estudiantes y trabajadores. Y, desde luego, “son” globalifóbicos pero ¡cómo les gusta y cómo les sirve el globalifílico Internet!
¿Qué son en realidad los "revolucionarios" "atacados" por Sheridan? Es groseramente obvio: incongruentes. Lo son a causa de su crítica absoluta, en blanco y negro, ahistórica, del capitalismo y la globalización.
Si alguien dice o acepta que el capitalismo es siempre lo mismo (malo) donde sea y cuando sea, que no puede tener nada bueno, y se llama a sí mismo anticapitalista (y ya), evidente e irremediablemente caerá en incongruencias al estar inmerso en la realidad y actuar: el capitalismo es histórico (con esto se quiere decir que no tiene, fijos, una sola presentación y un solo resultado; éstos varían en el espacio y el tiempo); el capitalismo existe en prácticamente todos lados, si bien bajo distintas formas y con rendimientos diferentes (Venezuela con Chávez sigue y seguirá siendo capitalista, China es un capitalismo monopólico de Estado, como en general todavía lo es Cuba y lo fue, en realidad, la URSS. Lo que no existió ni existe hoy, salvo en ideas, es el socialismo, el que sería verdadero); y el capitalismo –algunas de sus formas, bajo ciertas condiciones- sí tiene algo bueno: produce riqueza; el problema, como se sabe, es que no puede distribuirla equitativamente, por eso el Estado puede y debe intervenir en la economía, y al hacerlo, incluso si es de manera fuerte, el capitalismo no desaparecerá (además, la historia registra la coexistencia y combinación de capitalismo con diversos sistemas políticos y filosofías públicas. Por ejemplo, tenemos la suma de capitalismo, democracia y liberalismo, que dio lugar al Estado de bienestar, bajo el cual se alcanzaron, en Europa, los más altos niveles de calidad de vida para el mayor número de personas jamás vistos. Desde luego, como ya se dijo y ejemplificó, capitalismos también han tenido la compañía de autoritarismos y antiliberalismos, y aun de totalitarismos, como el nazi y el soviético. Así que: quien dice que capitalismo y democracia liberal son lo mismo, dice una estupidez. Donde hay democracias liberales hay economías capitalistas, pero no en todos los lugares donde hay economías capitalistas hay democracias liberales). Por todo lo anterior, si el autonombrado anticapitalista no vive en una cueva, aislado del mundo real y recreando la economía de subsistencia, si no es tal el caso (y no lo es), está forzosamente dentro de un capitalismo, adaptándose a él y –he aquí el meollo- reproduciéndolo y probablemente explotándolo individualmente mientras critica a “el capitalismo” ideológicamente y sin matices (otro ejemplo: ninguno de los grandes periodistas y escritores anticapitalistas se opone a que sus libros sean comprados por clientes de tiendas que los venden). Lo mismo pasa con los globalifóbicos: son incongruentes porque en vez de criticar lo criticable de la globalización se dedican a descalificarla de entrada y totalmente, a pesar de que necesariamente usan instrumentos que la globalización implica (Internet, transporte de alta tecnología) y se benefician de elementos globalizados (como los medios de comunicación), a lo que se suman los hechos de que los de la fobia crean mercados y procuran globalizar sus movimientos. ¡Qué decir de que no aportan una alternativa política-social-económica real, posible y viable! La globalización tiene puntos positivos (uno de ellos es que potencia la cooperación internacional/transnacional y el cosmopolitismo) y negativos (debilitó los controles financieros, que es algo que se puede revertir), así como consecuencias indirectas o no deseadas (fortalecimiento de algunos nacionalismos), no es ni maravillosa ni asquerosa. En fin. El problema de la incongruencia se resolvería dejando de criticar al capitalismo y la globalización como si fueran el infierno (infierno único y eterno) y el paraíso existiera, es decir, no ignorando la realidad y no criticando en términos absolutos: atender la historia y criticar lo realmente criticable (por socialmente inútil, injusto o nocivo). Así, es posible vivir –de hecho, seguir viviendo- el capitalismo siendo su crítico honesto y serio y no caer ni en incongruencias ni en simplificaciones de propuesta que de nada sirven para mejorar realmente la sociedad. No se trata de aceptar al capitalismo(s) y la globalización porque sí o incondicionalmente, tampoco de no criticarlos; se trata –o debería tratarse- de criticarlos válida y realistamente, de entenderlos y criticarlos con argumentos para posibilitar el asegurar lo bueno que ofrezcan y combatir y eventualmente desechar lo malo que tengan. Porque el capitalismo no ha muerto y no va a morir. Lo que es posible y hay que intentar (es la mejor opción realmente existente) es socializar el capitalismo en el marco de la democracia liberal (capitalismo regulado, nacional y supranacionalmente, y redistribución de riqueza por parte de un Estado democrático fuerte que rinde cuentas y en el que los derechos y libertades individuales están garantizados)… pero eso es materia de otro texto.
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Y Blumpi (Jorge Flores-Oliver) pone sus golpes, rematando (con estudio de caso):

Contra el gobierno de Querétaro (PAN); a favor de Julio Figueroa Medina

Agresión contra la libertad de expresión en Querétaro


Durante el V Informe de Gobierno del panista Francisco Garrido Patrón, en el histórico Teatro de la República, Julio Figueroa Medina intentó manifestar su desacuerdo como ciudadano. Durante la comparecencia del Gobernador, Julio intentó desplegar una cartulina donde recordaba a los presentes los 51 meses (una cifra vergonzosa) que lleva sin resolverse el homicidio en contra de Marco Hernández Galván. Sólo eso. No pudo hacerlo. Personal de la Secretaría de Gobierno, a cargo de Alfredo Botello Montes, lo tomó en vilo, le cerró la boca, lo golpeó y, atropelladamente, lo sacó del recinto. Sergio Jiménez Robles (adscrito a la Secretaría de Gobierno), alias el Rocky, aparece en las fotografías del incidente como el sujeto que toma a Julio por los brazos y, en el transcurso del descenso por la escalera, lo golpea repetidamente en la región abdominal. Intervino también la escolta personal del Gobernador.
Los abajo firmantes condenamos enérgicamente la actuación de la Secretaría de Gobierno del Estado de Querétaro; de su titular Alfredo Botello Montes; del golpeador Sergio Jiménez Robles; del personal adscrito a la oficina del Gobernador, y exigimos se finquen las responsabilidades civiles, administrativas y penales que el caso requiera.
Asimismo, reiteramos el cuestionamiento al gobierno del Estado que Julio Figueroa Medina intentó hacer público en el recinto constitucional, cuestionamiento en materia de seguridad, de garantías civiles y de procuración de la justicia.
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José Emilio Pacheco
Denise Dresser
Adolfo Castañón
Carlos Monsiváis
Hugo Gutiérrez Vega
Raúl Trejo Delarbre
Fray Jacobo Daciano A.C.
Luis Alberto Arellano
José Félix Zavala
Edmundo González Llaca
Juan Antonio Isla Estrada
Francisco González de Cossío
Agustín Escobar
Hernando Lozada
Luis Gabriel Osejo
Rogelio Villarreal
Clara Scherer
Susana Scherer
Carlos de la Isla
Juan Brom
José Ramón López Rubí
Entre otros.
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(Responsable de la publicación de esta carta en medios queretanos: Luis Alberto Arellano).

viernes, 6 de marzo de 2009

Pregunta cubana

¿Cuántos de los ministros y de los más altos funcionarios partidistas en la historia del castrismo han sido negros?

jueves, 5 de marzo de 2009

Sobre la expropiación petrolera

Leo –esta vez todo, y casi de un jalón- el libro “Anécdotas históricas” de Jorge Prieto Laurens; doy de nuevo con esta cita sobre la más famosa decisión de Lázaro Cárdenas, casi al final de la obra (p. 175):

“(…) como dijera el licenciado don Luis Cabrera, México podía quedarse con los bienes de la compañías petroleras, aplicando simplemente las leyes y esperando a que se vencieran los plazos de las concesiones, sin tener que pagar enormes sumas como indemnización y sin necesidad de echarse encima a los intereses imperialistas. Las concesiones estaban ya por caducar”.

lunes, 2 de marzo de 2009

Para seguir extrañando al IFE Woldenberg

Después de conocerse el intento de los consejeros del IFE de aumentarse notablemente el sueldo, la prensa le preguntó al consejero Marco Antonio Gómez Alcántar si ello no le parecía inmoral, sobre todo dada la crisis económica. Su respuesta fue que “es constitucional y lo que es constitucional y legal no puede ser inmoral”. No puedo más que –como habría dicho mi abuelo- cagarme en la leche. ¿De dónde salió este consejero electoral? No puede ni debe ocupar tan alto cargo. ¿Qué es: idiota, lego político-jurídico-electoral o cínico político? Su respuesta corresponde a la que darían los idiotas, los legos político-jurídico-electorales y los cínicos políticos. Acaso el consejero Gómez Alcántar sea las tres cosas. Lo que es claro es que la respuesta es de una falsedad obvia y del tamaño de Internet, por lo que da pena leerla y no es necesario desmontarla. Igual de claro es que el asunto no es de constitucionalidad ni de legalidad sino de ética, sensibilidad y racionalidad públicas. ¡Cómo se extraña al IFE de la época Woldenberg!

Preguntas sobre otra tontería multiculturalista

¿Se puede justificar éticamente desear algo bueno para uno y no desearlo para los demás? ¿O exigir para uno algo bueno y no exigirlo para otros (civil y argumentativamente, y desde un plano normativo democrático-humanista) o no calificarlo como exigible por otros? ¿Cómo se haría tal cosa? ¿Cómo podrían justificarse éticamente los que gozan –en un doble sentido de la palabra: tener reconocidos y ejercer con celo y gusto- los derechos humanos pero creen que por “razones” de diferencia cultural no es posible ni correcto desear y argumentar que se les reconozcan esos derechos a quienes no los disfrutan? ¿Cómo? Así los multiculturalistas indigenistas (los gringos y europeos, sobre todo) y demás relativistas culturales que viven y gozan de "Occidente" y, por tanto, “relativizadores” de los derechos humanos.