martes, 29 de marzo de 2011

Politólogos y (en) poderes públicos

La política, incluyendo al gobierno y la legislación, no es la Ciencia Política; es, entre otras cosas, el objeto de estudio de esa disciplina también nombrada Politología (hay que tirar a la basura aquello de “Ciencias Políticas”). El politólogo no es el político, el político no es el politólogo. Éste es una clase de intelectual, un tipo de investigador científico. Lo que hace, esencialmente, es trabajar con la cabeza sobre la política (tomada histórica y politológicamente, analíticamente, y no de manera simple y puramente filosófica, manera que suele llevar a ver la política como intrínsecamente buena, o solamente y siempre buena, cuando no es así, ni intrínsecamente mala, o solamente y siempre mala). Por lo mismo, si lo que nunca deja de hacer el politólogo no es política, tampoco es intrínsecamente servicio al poder, ni trabajar para partidos ni en gobiernos o congresos. Todo ello no es ni la obligación del politólogo ni su deber; mucho menos lo único que puede hacer. ¿Puede hacerlo? Diré lo que prácticamente siempre he dicho: como tal puede trabajar en gobiernos y congresos (son el meollo del asunto, no lo que en México se conoce como “órganos constitucionales autónomos”), y no hay mayor problema al respecto, pero no a como dé lugar, no de cualquier forma ni en cualquier momento. Puede hacerlo, como asesor o como consultor, si satisface ciertas condiciones: que se trate de un poder público dentro de un marco democrático, dedicarse o limitarse a lo analítico-argumentativo, no hacer política, no comprometerse político-partidistamente, hacer BIEN todo lo que haga, con todo lo que eso implica intelectual y éticamente. En ese sentido, véanse, por ejemplo, las páginas 26 y 27 de mi texto introductorio a mi libro “Para leer a Sartori” (2009) y la página 9 de mi presentación de las “Cartas a los estudiantes de Ciencia Política” (volumen 1; 2010).


¿Y en relación con partidos? … ¿No es obvio?


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Cualquiera que supuestamente sea politólogo y haya sido empleado/asalariado de Mario “el precioso” Marín, un político antidemocrático (e ineficaz) y gobernador epítome de la corrupción, no es digno de confianza, y seguramente no es un buen académico siquiera. Lo mismo vale para esos supuestos politólogos que "se la pasaron" defendiendo y elogiando en público y en privado, a pesar de todo, al indefendible y nefasto y bajo represor “don” Mario Plutarco Marín Torres. Son, simple y sencillamente, grillos marinistas, ni siquiera cerca están de ser buenos politólogos. Ninguno de ellos ha cumplido ni puede cumplir con las condiciones arriba expuestas.

domingo, 20 de marzo de 2011

Contra “cibermamones” y antipolíticos, y con Alfred Stepan

Tengo que decirlo: estoy harto de leer u oír a periodistas, escritores, estudiantes y supuestos politólogos (no son todos pero son muchos, demasiados) que, directa o indirectamente, explícita o implícitamente, dicen que lo que está pasando en países árabes demuestra dos cosas relacionadas: 1) que Facebook y Twitter y sus usuarios son “lo democrático” y “los demócratas”, así como la vanguardia de la democracia y la causa o al menos el factor principal de las “revoluciones” y democratizaciones del presente y el futuro. Esto supone, erróneamente, que todo lo bueno que haya pasado o vaya a pasar en los países hoy multicitados y otros se debe y deberá a quienes usan Facebook y Twitter, a lo que éstos son y a cómo aquéllos los usan. Pero que estas nuevas “redes sociales” hayan sido importantes en contra de algo/alguien en un lugar y momento determinados no quiere decir –ahí están otros hechos- que hayan sido lo único importante, ni que posteriormente lo sean, ni que todo lo que sea un caso lo sean todos los demás, etc. Muchos "cibermamones" u opinadores generalistas ensoberbecidos y confundidos en y por el Internet, entre otras personas, están haciendo lo que no se puede ni se debe, es decir, generalizar totalmente, o casi totalmente, a partir de un caso o un par de casos. 2) Que la política no es necesaria (ya nunca), que (siempre ya) se puede prescindir de ella, que la sociedad civil –sin política de por medio- puede y debe encargarse de todo lo público. Esto supone, también erróneamente, que los casos que vemos son casos de éxitos totales en relación con la democracia, o que en esos países hay transiciones democráticas en marcha apolítica firme, avanzando, o que lo que en realidad son las transiciones democráticas es algo que no se necesita. Pero ninguno de estos países árabes es todavía una democracia y si terminan por serlo la política habrá estado ahí, a pesar de, sin, con o incluso (también) desde la sociedad civil. No es ni va a ser posible acabar con un “antiguo régimen” e instaurar y consolidar una democracia con la política, y los políticos y los partidos políticos, brillando por su ausencia. Y, dicho de paso, si partes de la sociedad civil hacen política no sólo queda en entredicho su naturaleza como plena sociedad civil sino que por el mero hecho de hacerla la política no va a ser mejor, no necesariamente.
Así, he estado diciendo en donde puedo y lo seguiré diciendo, por los hechos (en plural), que Facebook, Twitter y los activistas civiles que son –o sólo son- “feisbukeros” y “tuiteros” pueden (pueden) ser democráticamente necesarios, pero no son democráticamente suficientes, ni lo serán a mediano plazo en ningún lugar, mucho menos fuera de “el primer mundo”. La política, la lucha por el poder, y no simplemente contra el poder, lucha directa, tampoco es siempre suficiente pero sí es necesaria, y lo seguirá siendo. Se trata de que sea una lucha (pro)democrática, de mejorarla democráticamente, no de matarla toda y como sea; la sociedad civil y su uso de las nuevas tecnologías pueden ayudar a que mejore, pero no podrán ni deberían intentar erradicar la política, ni que "ella" (la sociedad civil) sea "todos" quienes la hagan -eso junto a la tarea de gobernar.
Para finalizar, y reiterar, cito estos argumentos de Alfred Stepan, politólogo real y de los mejores y conocedor de las regiones involucradas, dados en una entrevista reciente (http://news.columbia.edu/record/2332), con los que coincido y que suscribo:

-Civil society can destroy an authoritarian regime. But the construction of democratic institutions and practices has to involve something I call “political society.” The work of political society has barely begun in either country. Groups of pro-democracy advocates, many of whom may have had a past history of conflict with each other, must begin to work together to agree upon, propose and fight for new laws that will facilitate inclusive elections, the creation of new political parties and relevant civilian-controlled constitutional frameworks.

-Social media was, of course, immensely important, but in Tunisia and also in Egypt, blue-and white-collar unions played a role, which has been virtually ignored. It would be a mistake to see this only as a Facebook revolution. Many Egyptian citizens are so poor that they do not have ready access to social media. But many of them had a role in Tahrir Square and may well be the majority of voters in the election. Political society must begin to more systematically involve those citizens beyond the reach of social media by newly created political institutions.

martes, 15 de marzo de 2011

Presunto culpable

Gran aporte (pro)democrático en y para la esfera pública mexicana. Y, dicho sea de paso, un buen producto cinematográfico como tal.
Hay que ver el documental! No pueden perdérselo! Vale la pena. En serio: no dejen de verlo!
Felicidades –y gracias!- a Roberto Hernández (director y productor) y Layda Negrete (productora).
http://www.presuntoculpable.org

sábado, 5 de marzo de 2011

Hobsbawm sobre Slavoj Zizek

Dice –y dice bien- el valioso historiador marxista Eric Hobsbawm:
-Supongo que Zizek es correctamente descrito como un “performer” [entretenedor; “performancero”]. Tiene este elemento de provocación muy característico y que ayuda a interesar gente, pero no estoy seguro de que la gente que está leyendo a Zizek realmente esté siendo llevada más cerca de repensar los problemas de la izquierda.