domingo, 20 de marzo de 2011

Contra “cibermamones” y antipolíticos, y con Alfred Stepan

Tengo que decirlo: estoy harto de leer u oír a periodistas, escritores, estudiantes y supuestos politólogos (no son todos pero son muchos, demasiados) que, directa o indirectamente, explícita o implícitamente, dicen que lo que está pasando en países árabes demuestra dos cosas relacionadas: 1) que Facebook y Twitter y sus usuarios son “lo democrático” y “los demócratas”, así como la vanguardia de la democracia y la causa o al menos el factor principal de las “revoluciones” y democratizaciones del presente y el futuro. Esto supone, erróneamente, que todo lo bueno que haya pasado o vaya a pasar en los países hoy multicitados y otros se debe y deberá a quienes usan Facebook y Twitter, a lo que éstos son y a cómo aquéllos los usan. Pero que estas nuevas “redes sociales” hayan sido importantes en contra de algo/alguien en un lugar y momento determinados no quiere decir –ahí están otros hechos- que hayan sido lo único importante, ni que posteriormente lo sean, ni que todo lo que sea un caso lo sean todos los demás, etc. Muchos "cibermamones" u opinadores generalistas ensoberbecidos y confundidos en y por el Internet, entre otras personas, están haciendo lo que no se puede ni se debe, es decir, generalizar totalmente, o casi totalmente, a partir de un caso o un par de casos. 2) Que la política no es necesaria (ya nunca), que (siempre ya) se puede prescindir de ella, que la sociedad civil –sin política de por medio- puede y debe encargarse de todo lo público. Esto supone, también erróneamente, que los casos que vemos son casos de éxitos totales en relación con la democracia, o que en esos países hay transiciones democráticas en marcha apolítica firme, avanzando, o que lo que en realidad son las transiciones democráticas es algo que no se necesita. Pero ninguno de estos países árabes es todavía una democracia y si terminan por serlo la política habrá estado ahí, a pesar de, sin, con o incluso (también) desde la sociedad civil. No es ni va a ser posible acabar con un “antiguo régimen” e instaurar y consolidar una democracia con la política, y los políticos y los partidos políticos, brillando por su ausencia. Y, dicho de paso, si partes de la sociedad civil hacen política no sólo queda en entredicho su naturaleza como plena sociedad civil sino que por el mero hecho de hacerla la política no va a ser mejor, no necesariamente.
Así, he estado diciendo en donde puedo y lo seguiré diciendo, por los hechos (en plural), que Facebook, Twitter y los activistas civiles que son –o sólo son- “feisbukeros” y “tuiteros” pueden (pueden) ser democráticamente necesarios, pero no son democráticamente suficientes, ni lo serán a mediano plazo en ningún lugar, mucho menos fuera de “el primer mundo”. La política, la lucha por el poder, y no simplemente contra el poder, lucha directa, tampoco es siempre suficiente pero sí es necesaria, y lo seguirá siendo. Se trata de que sea una lucha (pro)democrática, de mejorarla democráticamente, no de matarla toda y como sea; la sociedad civil y su uso de las nuevas tecnologías pueden ayudar a que mejore, pero no podrán ni deberían intentar erradicar la política, ni que "ella" (la sociedad civil) sea "todos" quienes la hagan -eso junto a la tarea de gobernar.
Para finalizar, y reiterar, cito estos argumentos de Alfred Stepan, politólogo real y de los mejores y conocedor de las regiones involucradas, dados en una entrevista reciente (http://news.columbia.edu/record/2332), con los que coincido y que suscribo:

-Civil society can destroy an authoritarian regime. But the construction of democratic institutions and practices has to involve something I call “political society.” The work of political society has barely begun in either country. Groups of pro-democracy advocates, many of whom may have had a past history of conflict with each other, must begin to work together to agree upon, propose and fight for new laws that will facilitate inclusive elections, the creation of new political parties and relevant civilian-controlled constitutional frameworks.

-Social media was, of course, immensely important, but in Tunisia and also in Egypt, blue-and white-collar unions played a role, which has been virtually ignored. It would be a mistake to see this only as a Facebook revolution. Many Egyptian citizens are so poor that they do not have ready access to social media. But many of them had a role in Tahrir Square and may well be the majority of voters in the election. Political society must begin to more systematically involve those citizens beyond the reach of social media by newly created political institutions.

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