No es todo
ni exactamente lo mismo que yo o alguien como yo diría donde sea sino lo que un
político mexicano gobernante mínimamente moderno y democrático y serio y
responsable y racional y diferente –todo eso en “mínimos”, o en niveles de
"suficiencia"- diría públicamente en y sobre la fecha “5 de mayo”
dentro de un contexto como el actual, en general y en particular, con todo lo
que representa. Qué podría y debería decir ese político, que, además de no ser
imposible, ni tiene la responsabilidad del historiador verdadero y profesional
ni va a dejar de buscar ventajas y réditos políticos frente a “el 5 de mayo”?
Algunas cosas como estas (imaginen que las líneas siguientes son el soporte y
la sustancia, esto es, “el mensaje”, de un discurso a ser leído por el político
del que hablamos; las líneas podrían ser presentadas de varias maneras para ser
leídas en público, pero algún valiente podría atreverse incluso a leerlas
directamente; lo demás no interesa aquí, ningún otro detalle):
-Si hay una batalla famosa, a lo largo de la historia
mexicana, es la batalla del 5 de mayo de 1862. La Batalla de Puebla. Su fama es
suficientemente justa porque muchos mexicanos luchaban por una
causa justa: la independencia en la República y la libertad nacional; y porque el
Ejército de Oriente venció en esa ocasión al famoso ejército
francés.
-El episodio y su contexto han sido bien estudiados.
Es posible decir que el tipo de divisionismo interno y el endeudamiento
externo debilitaron al Estado y a la sociedad de México, que los franceses eran
ilegítimos invasores del país, que el Presidente Juárez estuvo a la
altura de las responsabilidades, que muchos actores políticos apostaron
por la supervivencia de las instituciones republicanas y que, ese día, Ignacio Zaragoza,
Miguel Negrete, Porfirio Díaz, Felipe Berriozábal, Juan N. Méndez,
Juan C. Bonilla, Juan Francisco Lucas, Ignacio Mejía y Joaquín Colombres,
con la gran ayuda de cientos de hombres y también mujeres, de mestizos e
indígenas, hicieron que la vida nacional se cubriera de dignidad.
-La figura de Zaragoza siempre es destacada en los
relatos históricos sobre el ejército que defendió a Puebla y, por tanto, a
México. Pero no fue el único mexicano destacado (podría agregarse, para
suavizar la “dureza” de lo anterior, que: “Zaragoza no lo sería únicamente por
haber sido el General Comandante del Ejército de Oriente. Lo sería por su
carácter, su firmeza, su valor, su capacidad, y por el mando que ejerció -combinado con la soberbia orgullosa y los errores del ejército francés- hasta
lograr la victoria en esa batalla. Fue un buen líder, que siempre
puso por encima de su seguridad y comodidad personales sus principios liberales
y la defensa del país en beneficio de la gente”. Alguien más “amable”
añadiría, si bien con “contención”, algo poco más “sentimental”: “Recordemos
que, muerta su esposa en enero de 1862, Zaragoza se atrevió poco tiempo después
a alejarse de su familia, sin descuidarla, y a dejar el cargo de Ministro
de Guerra para ir al campo de batalla”).
-La mejor manera de conmemorar los eventos en que
Zaragoza fue uno de los protagonistas es entender lecciones históricas vigentes.
-Podemos sacar varias lecciones, directas e indirectas:
Una: la falta de unidad social cuando es necesaria
y la polarización de la política de partidos que no esté justificada nos
debilitan frente a enemigos reales como la pobreza, la extrema desigualdad
socioeconómica, el crimen, la corrupción, entre otros. Enemigos distintos que van
contra la libertad.
Otra: la fragilidad social de la economía de un
país es uno de los mayores riesgos que enfrenta.
Otra más: los líderes políticos que se hacen de
valores superiores, y que luchan por ellos como puede y debe ser en una
democracia, pueden crear cambios positivos y duraderos para un país.
-Tal y como pasó en la segunda mitad del siglo XIX, México
cambió; ha cambiado, está cambiando. Pero no todo ha cambiado y hay cosas que
tienen que empezar a cambiar o seguir cambiando.
-Hay fechas que podrían ser pensadas y comprendidas
para fomentar democráticamente la unidad, tanto anímica como racional,
de los ciudadanos mexicanos, en estos momentos complicados, y
empujar a los gobernantes a satisfacer la necesidad real de consolidar
instituciones libres y democráticas. Fechas como el 5 de mayo.
-Que los festejos no sólo sean dignos de ser
recordados sino que sirvan para recordar. Recordar el pasado y sus
aciertos; aunque también que no es perfecto y que no se trata de vivir en él
sino aprender de él, para mejorar la vida en el presente y llegar a un futuro
mejor.
-La invitación es a recuperar o conocer los sucesos
clave de la época y reflexionar sobre el significado que tienen como piezas de
un proceso histórico. Reflexionar para aprender y, a la luz de la actualidad,
sustentar un compromiso renovado y renovador con el país.
Se dan cuenta de lo que hay o habría en este “discurso”?
Notan qué no hay aquí que suele haber en las “intervenciones” de los
políticos mexicanos contemporáneos cada 5 de mayo? (Los subrayados tienen que
ser muy útiles en ese sentido…). Sobre todo, en estas líneas no hay amor u odio
por el pasado o el futuro, nacionalismo estricto, falsificaciones históricas, surrealismo,
“alquimismo” patriotero, exceso retórico, culto a la personalidad, insultos a
la inteligencia, irrealismo e irrealidad, inmadurez global, anacronismo,
necedad, cinismo, oportunismo estéril, resignación total, cortedad de miras, cobardía
mediática, ni todo aquello que prácticamente todos los políticos de este país,
gobernantes o no, han dicho hasta ayer y que a la gran mayoría (de nosotros y de ellos tomados individualmente) no ha servido para nada grande.