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Yo, su servidor, sigo mi "ataque" (esta vez, parto del otro de Sheridan):
Los "revolucionarios" antiprivatización (de lo que sea, por lo que sea, como sea) privatizan un recurso público (el auditorio Justo Sierra de la UNAM); los "revolucionarios" anticapitalistas se ponen capitalistas: abren tiendas y lanzan otras empresas (que no son propiedad pública ni social sino privada informal): venden productos y servicios (ver en el DRAE la definición precisa de “vender”), productos y servicios que los "revolucionarios" empresarios "revolucionarios", en tanto lo que buscan es venderlos, anuncian o publicitan (el maldito marketing) para promover su consumo entre estudiantes y trabajadores. Y, desde luego, “son” globalifóbicos pero ¡cómo les gusta y cómo les sirve el globalifílico Internet!
¿Qué son en realidad los "revolucionarios" "atacados" por Sheridan? Es groseramente obvio: incongruentes. Lo son a causa de su crítica absoluta, en blanco y negro, ahistórica, del capitalismo y la globalización.
¿Qué son en realidad los "revolucionarios" "atacados" por Sheridan? Es groseramente obvio: incongruentes. Lo son a causa de su crítica absoluta, en blanco y negro, ahistórica, del capitalismo y la globalización.
Si alguien dice o acepta que el capitalismo es siempre lo mismo (malo) donde sea y cuando sea, que no puede tener nada bueno, y se llama a sí mismo anticapitalista (y ya), evidente e irremediablemente caerá en incongruencias al estar inmerso en la realidad y actuar: el capitalismo es histórico (con esto se quiere decir que no tiene, fijos, una sola presentación y un solo resultado; éstos varían en el espacio y el tiempo); el capitalismo existe en prácticamente todos lados, si bien bajo distintas formas y con rendimientos diferentes (Venezuela con Chávez sigue y seguirá siendo capitalista, China es un capitalismo monopólico de Estado, como en general todavía lo es Cuba y lo fue, en realidad, la URSS. Lo que no existió ni existe hoy, salvo en ideas, es el socialismo, el que sería verdadero); y el capitalismo –algunas de sus formas, bajo ciertas condiciones- sí tiene algo bueno: produce riqueza; el problema, como se sabe, es que no puede distribuirla equitativamente, por eso el Estado puede y debe intervenir en la economía, y al hacerlo, incluso si es de manera fuerte, el capitalismo no desaparecerá (además, la historia registra la coexistencia y combinación de capitalismo con diversos sistemas políticos y filosofías públicas. Por ejemplo, tenemos la suma de capitalismo, democracia y liberalismo, que dio lugar al Estado de bienestar, bajo el cual se alcanzaron, en Europa, los más altos niveles de calidad de vida para el mayor número de personas jamás vistos. Desde luego, como ya se dijo y ejemplificó, capitalismos también han tenido la compañía de autoritarismos y antiliberalismos, y aun de totalitarismos, como el nazi y el soviético. Así que: quien dice que capitalismo y democracia liberal son lo mismo, dice una estupidez. Donde hay democracias liberales hay economías capitalistas, pero no en todos los lugares donde hay economías capitalistas hay democracias liberales). Por todo lo anterior, si el autonombrado anticapitalista no vive en una cueva, aislado del mundo real y recreando la economía de subsistencia, si no es tal el caso (y no lo es), está forzosamente dentro de un capitalismo, adaptándose a él y –he aquí el meollo- reproduciéndolo y probablemente explotándolo individualmente mientras critica a “el capitalismo” ideológicamente y sin matices (otro ejemplo: ninguno de los grandes periodistas y escritores anticapitalistas se opone a que sus libros sean comprados por clientes de tiendas que los venden). Lo mismo pasa con los globalifóbicos: son incongruentes porque en vez de criticar lo criticable de la globalización se dedican a descalificarla de entrada y totalmente, a pesar de que necesariamente usan instrumentos que la globalización implica (Internet, transporte de alta tecnología) y se benefician de elementos globalizados (como los medios de comunicación), a lo que se suman los hechos de que los de la fobia crean mercados y procuran globalizar sus movimientos. ¡Qué decir de que no aportan una alternativa política-social-económica real, posible y viable! La globalización tiene puntos positivos (uno de ellos es que potencia la cooperación internacional/transnacional y el cosmopolitismo) y negativos (debilitó los controles financieros, que es algo que se puede revertir), así como consecuencias indirectas o no deseadas (fortalecimiento de algunos nacionalismos), no es ni maravillosa ni asquerosa. En fin. El problema de la incongruencia se resolvería dejando de criticar al capitalismo y la globalización como si fueran el infierno (infierno único y eterno) y el paraíso existiera, es decir, no ignorando la realidad y no criticando en términos absolutos: atender la historia y criticar lo realmente criticable (por socialmente inútil, injusto o nocivo). Así, es posible vivir –de hecho, seguir viviendo- el capitalismo siendo su crítico honesto y serio y no caer ni en incongruencias ni en simplificaciones de propuesta que de nada sirven para mejorar realmente la sociedad. No se trata de aceptar al capitalismo(s) y la globalización porque sí o incondicionalmente, tampoco de no criticarlos; se trata –o debería tratarse- de criticarlos válida y realistamente, de entenderlos y criticarlos con argumentos para posibilitar el asegurar lo bueno que ofrezcan y combatir y eventualmente desechar lo malo que tengan. Porque el capitalismo no ha muerto y no va a morir. Lo que es posible y hay que intentar (es la mejor opción realmente existente) es socializar el capitalismo en el marco de la democracia liberal (capitalismo regulado, nacional y supranacionalmente, y redistribución de riqueza por parte de un Estado democrático fuerte que rinde cuentas y en el que los derechos y libertades individuales están garantizados)… pero eso es materia de otro texto.
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Y Blumpi (Jorge Flores-Oliver) pone sus golpes, rematando (con estudio de caso):
4 comentarios:
José Ramón:
Gracias nuevamente por vincular mi post con el tuyo.
Lo que escribes aquí y los textos de Guillermo Sheridan son muy contundentes. No creo que a él le interese saber qué es una fanzinoteca, pero es interesante saberlo: un fanzine es una publicación autogestiva, muchas veces fotocopiada, hecha de manera casera o rudimentaria. Tiene mucho que ver con las subculturas: el punk, los cómics, el periodismo, digamos, marginal, que crea sus propios espacios. Es decir, esos espacios a los que no se puede acceder, de tal manera que un fanzinero -el creador de un fanzine- crea sus propios espacios. Una forma muy vital de autopublicarse. Con el auge de los blogs, tal cosa tiende a desaparecer, pues hay muchas formas más de esparcir lo que uno quiere decir, y ya prácticamente no cuesta dinero. Una fanzinoteca debe ser una biblioteca de fanzines.
Te comento todo eso pues muchos fanzineros y artistas que quieren -queremos- promover su trabajo, han echado mano de estos medios no tradicionales para darse a conocer. Sin recibir dinero. Y logran llegar a mucha gente. Creo que si, por ejemplo, Rius quisiera que sus libros llegaran a más gente, bien podría contratar a alguien para que escaneé todos esos libros e historietas para posteriormente subirlos a la red y hacerlos del dominio público. Y llegaría en verdad a las masas. Mucha gente que él ni se imagina estaría leyéndolo y aprendiendo de él.
Pero no, no lo va a hacer y sabemos por qué. Y está en todo su derecho. Pero es incongruente.
Te mando un saludo.
Don Blumpi, de nada; y al contrario: gracias por la visita y por el comentario, el cual es, además de atinado en lo general, informativo sobre el punto particular del “fanzinerismo”.
Así es: Rius podría hacer lo que dices, pero no lo hace. Porque, en el fondo, sus libros son meras mercancías (que se enoje quien quiera, pero no tienen más valor que el del entretenimiento) y para él deben seguir siendo sólo eso, mercancías (así le siguen dejando ganancias); Rius hace libros para ganar dinero vendiendo ideología. No hay más.
Saludos,
José Ramón.
Gran entrada. Asi que Rius no deja de ser capitalista diga lo que diga.
Desde luego, Manuel: Rius tiene un discurso anticapitalista (bastante chafa, por cierto, aunque por momentos chistoso) pero sus decisiones profesionales y, por tanto, buena parte de su conducta personal son capitalistas. Punto.
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